De manos muy grandes, para acariciar o gesticular según su momento. Con la genialidad de pocos, con el mal humor de los que saben, con el decir honesto y el pensamiento a flor de piel.
Con el ritmo de la experiencia o de una canción sabida, me abarca, me seduce, me envuelve en su conocimiento, y me lo presta.
De espaldas al egoísmo, con el pecho puesto en los sentimientos, la mirada ahondando en mis entrañas, alza sus ojos y me interroga.
-¿Aún me amas?
Juega, como en el tango, con el humo del cigarrillo, me mira pensativo. Calza sus anteojos escondiéndose quizás de mi respuesta, porque con ellos puestos, desvía la mirada.
El sol brilla a pleno, y cae perezoso sobre la mesa que hace de escritorio.
Mis libros, los de él. El cenicero repleto. El periódico. “Bajo Fondo” endulza los oídos. Mientras tanto, no puedo dejar de mirarlo, sus anchos hombros ya algo caídos pero fuertes, sus dedos nerviosos buscando algo, sus bellísimas canas recordándome las mías, su camisa desabotonada con una mancha de café cerca del pecho y todo él, en un gesto que todavía me deslumbra, me atrae, me enternece, me enamora.
-¿Te ayudo con las correcciones? Le quito de las manos los papeles, lo obligo a mirarme. Hay un poco de cansancio en sus ojos. Se hace el distraído. Con ademán endeble, me aparta de su lado:- Hay mucho que hacer… Murmura.
Me siento en su falda, le tomo la cara entre mis manos y lo miro fijamente, quiero meterme en su alma, esperarlo ahí, descalzarle los huesos, y convertirme en su piel. Una única piel.
Se deja hacer casi desorientado, como si el apuro de todos los tiempos cayera sobre esa mesa, y el amor rondara sólo por casualidad. Hasta que arraso con sus barreras masculinas. Su brazo me enlaza el talle y me besa entendiendo la respuesta, que se viene abalanzando desde mi sentir.
La vida se ha sentado con nosotros, la vida sonríe aprovechando el momento.
Ese día. Esa mañana de amor, ese “querida” que sacude mi sangre, ese “loca, loca mujer mía”, que hace que me sienta la única en su mundo, aunque haya habido otras. Aunque haya otras. Yo seré la última.
Al menos, en el día de hoy.
(De libro: Palabras de Amor. Ed. Letras Nuevas. Buenos Aires. Edición agosto de 2010)