“Mas no lo maté con armas, le di una muerte peor: lo besé tan dulcemente que le partí el corazón.”
Alfonsina Storni.
Lo miré seco, raro en mí, pues su presencia ensalzaba tanto el lugar, el tiempo y cada uno de los rincones de mi ser, que cuando nuestras miradas se encontraban, siempre era yo quien bajaba los párpados. Tal vez lo buscaba en el interior de mis sombras, o de las luces apagadas del lado revés de mi vista.
Sería ésa, la última vez. Sé que me notó diferente, o habrá sido que me veía por primera vez. Paradojas de la vida.
Acababa de abofetear mis oídos con: “Me voy con ella”. El ruido del golpe de las palabras dejó inconsciente a mi rencor. No devolví el revés. Callé. Levanté la vista.
Lo miré seco… y lo abracé.