El absurdo asoma desde cada renglón de vida y retarda un tiempo en blanco. Desde cada pensamiento perdido entre seres diferentes, y distintos hechos, en cualquiera de las realidades que sienten, aman, viven y mueren. En el alarido del viento, en la sonrisa de los enamorados, en el rostro adusto y pasajero, en cada hueco espejado por la frescura de la lluvia, en el hogar, en el trabajo, en las calles, en los hospitales, en los cementerios.
La niña en su silla alta que llora y se niega a comer. Se ha quedado sin madre. La vida de alguien que se va, sin permiso, sin siquiera avisar y la radio que vocifera una canción de amor.
Ellos, que temen al chico de visera que viene por la sombras de la vereda de enfrente y que de pronto, con la ternura desmembrada de suspicacias, abordan al muchachón solitario y le extienden unas monedas de luz. No ha sido más que eso, la sombra del miedo.
Y la joven de falda corta que meneándose aparece a la vuelta de la esquina, con un tacón roto en la mano y el otro puesto, mientras él la espera sentado en el cordón muerto de celos y esconde presuroso una afilada margarita en su bolsillo.
La soberbia asestando sus palos sobre los que escuchan la palabra que parece autorizada. La ingenuidad, la ternura del que cree y se inclina, y se somete. Absurdos habitantes del absurdo.
El criminal que mató por venganza, y el otro, el inocente que pagó la deuda ajena.
La mujer consumida por la espera que un buen día decide enfermarse, y también se va, sin permiso, sin aviso, sólo acompañada del vacío de los ojos color otoño. La caravana de los convidados la levanta en vilo y desliza un nombre sobre cuatro ruedas; los rostros serios, consternados, la transportan a su última morada dejando una vela en el camino, por si decide volver.
El desayuno en familia, la complicidad, las miradas apasionadas, confidentes, que sorben el secreto nocturno de dos, en esas mañanas en que desde la jaula sale un trino, y desde la tasa de café, un terrón de amor rodará por la vereda al salir a la calle, cuando la bala perdida irrumpa en el futuro tan cercano de uno de ellos.
Aroma a jazmines, a hortensias mezclando un murmullo de colores entre violetas, lilas y celestes. El balcón iluminado de cualquier casa espera los acontecimientos que seguirán sucediendo. Otra vez dos en la vorágine del azar sombrío, el enamorado ha llamado, le ha sonreído, ha llorado, ha pedido perdón; y se repite el absurdo pegando en los tobillos de forma traicionera, pues quien ha vuelto ha sido la locura, que viene para cobrarse cuentas viejas, con olor a humedad y musgo de impotencia.
Este papel que en un principio era un blanco entumecido con bordes absurdos de cuentos invisibles y disparatados, se ha llenado de vida y de muertes, de desapariciones y regresos que han fundado nuevos mundos, nuevas pequeñas historias que oscilan como un péndulo entre traiciones, amores, odios y perdones.
La necedad y el disparate. Siempre bordeando precipicios.
2 respuestas
Y tú bordando, amiga Norma,los escritos, con palabras necesarias que nos permiten apreciar lo necesario, lo incierto e impreciso que anidan en nuestros corazones al sentir el soplo fugaz de la vida a nuestro alrededor. Ahí también lo absurdo de lo absurdo, tema que hoy nos regalas, pues nadie puede asegurarnos que estemos vivos por un propósito claro y conciso, que lo específico de la misma -si se le puede dar esa palabra- es lo sentido por cada uno en lo profundo de su corazón. Gracias por este escrito que como es habitual en ti nos haces pensar. Eres una gran observadora de cuanto sucede alrededor, y una muy inmensa escritora a la hora de contárnoslo.
Fuerte agradecido abrazo.
Teo.
Querido amigo Poeta, pido también disculpas por la demora en la respuesta, sucede que como te contesté en Facebook, no había vuelto a entrar por aquí, como te dije por falta de ganas, o para lograr que me sigan desconociendo, o un poco desidia, tal vez, aunque yo coincido con el antiguo concepto de esta palabra, en que se la asociaba a la tristeza, como te dije anteriormente en el otro comentario, siempre hablando de desidia intelectual.
Agradezco tus palabras que siempre desgajan mis contenidos hasta la última gota de su jugo de palabras.
Un abrazo, querido amigo barcelonés.