Y de pronto se dio cuenta que la ropa volaba, volaba y volvía.
Nada como una cuerda para sostenerla, limpia, muy limpia, con aroma a jabón, ese jabón con el que había que limpiarse la boca después de decir algunas palabras cuando niña.
La libertad prendida con broches como los recuerdos, algunos muy gruesos, de imperiosos sentires, difíciles de sostener. La libertad soltando blancuras al viento, recuperando el aseo de los buenos momentos, de los pensamientos balsámicos, de las risas perdidas en las voces que no han de regresar. Liberarse así de las angustias que forman un cerco en la garganta.
Dejar que se agote la humedad de cada prenda y que sea posible esconderse del futuro en las panzas de las sábanas, en el hueco del tiempo por venir, alisar esperanzas en las arrugas inevitables y desatar los nudos de las mangas sin brazos .
Tender, colgar alegrías y llantos en cada prenda, volver así al vientre materno pero esta vez sin placenta, sin contracciones, sólo lavando y prendiendo hilos que construyan las notas musicales de “Castillos en el aire”.
Poner a salvo de tormentas las prendas íntimas y débiles, que se dejarán llevar de vuelta por el eterno lazo de los miedos.
Volar, volar muy alto, salida de un globo explotado de sol, en una escapada al espacio acompañando a algún pájaro de luz, o a algún “Himno a la alegría “ con que una vez, la generosa sordera de alguien dibujó en un pentagrama universal.
6 respuestas
Un verdadero placer leer este texto mágico y sugerente… Felicitaciones Norma!!!
¡Ahhhhhhhhhh estimado profesor Ricardo Mónaco, es todo un honor volver a tener su opinión en uno de mis trabajos! Muchísimas gracias. ¡Cuánto le debo a sus clases que escucharon mi vocación y la alentaron!. Siempre recuerdo sus palabras: «Hay que sugerir en la escritura, hay que sugerir, no se debe decir todo». Estas formas de publicación nos suelen dar estas sorpresas de encontrarnos con gente a la que uno no olvida, sobre todo cuando se ha sido tan generoso cuidando y guiando el conocimiento en los demás. Un abrazo y otra vez, muchas gracias.
Hacer arte de algo tan simple como una colada tendida no resulta fácil. Pero es cierto que ya en sí misma, la imagen es evocadora: nos devuelve a nuestra más tierna infancia, donde las cosas eran más sencillas. Y el contraste entre la blancura y cielo azul sugiere movimiento, libertad. El tiempo discurría de otra forma, más lento , en su justa medida. Hoy las cosas se desarrollan demasiado apresuradamente; no entiendo para qué correr tanto.
Muchísimas gracias Raúl Hernández, por su tiempo de lectura y por el comentario en el que veo reflejarse precisamente lo que necesitaba y deseaba comunicar.
No respondí antes porque no había entrado a la página, por lo tanto no había visto el comentario.
Agradezco otra vez sus generosas palabras.
Me gustó lo que leí. Voy a pasar otro día y sigo leyendo. Me gustó mucho la imagen del caracól y el mar. Saludo desde Bs As.
Gracias por tu visita Victor. Te pido disculpas por no responder antes, es que todo ha cambiado tanto en este año que llevamos a cuestas, que un desgano enorme a veces se apodera de mi vocación de escribir.
Un saludo afectuoso.