Estoy aquí dentro, nacida de los pelos de un pincel. Por ahora no tengo nombre y he de permanecer por siglos en este lienzo, porque seré un símbolo de aquí en adelante.
Voy vestida con polleras que llegan casi hasta mis tobillos. De anchas caderas como para acaparar los nacimientos de la nueva República que está al llegar. La Nueva Era que este pintor me permite presidir entre óleos y aceites. Llevo en vilo una bandera roja, blanca y azul, y con ella me aferro al camino hacia la Libertad.
Hay muertos a mis pies, destrozadas sus almas y sus cuerpos, los de hoy en lucha por la revolución y los de ayer captados por la pobreza, la hambruna y la peste, están en la atmósfera de esta pintura, ellos serán los testigos invisibles de la injusticia, del terror y de la persecución.
Ésta es una lucha de todos, escupiendo la tensión generalizada y escapando de la viruela, peleamos contra el estado del clero y de la nobleza, que paradójicamente nada tiene de noble. Es la colisión de las ideas, la amenaza hecha realidad: el caos y la muerte.
Bajo el pincel han nacido otros que me siguen, el burgués de levita negra y con galera, los campesinos, los niños y mujeres, con las armas destacadas en sus grises. Demasiados han caído en el suelo de Francia bajo el fuego enemigo y mis pechos al aire, solidarios con la vida, no podrán ya ayudarlos. No verán hasta dónde llegaremos.
Nosotros, los que quedamos, vamos en otra dirección. Vamos hacia la desconfianza de la autoridad, con la rebeldía con que nos viste la pobreza y la rabia de llevarnos los muertos en el aire, en esta atmósfera con que nos rodea Delacroix.
Detrás de nosotros el humo ennegrecido huye de la Bastilla, y se confunde en el espacio en una mezcla naranja y ocre de fuego que servirá de manto piadoso a los muertos. Centenares de muertos en esta insurrección burguesa que el pintor da a luz entre claroscuros como signos opuestos, y se compromete en colores y emoción a no defraudarnos en el camino hacia el futuro.
El gorro frigio y la bandera le otorgan a mi figura femenina valor y posteridad. Mis pechos desnudos, desafiantes, exuberantes y prolíficos, muestran la derrota de un pasado nefasto y la caída del despotismo.
Entre la muchedumbre un herido levanta su cabeza, quizás para indicar que no se rinde.
Puedo sentir el olor de los cadáveres encimados, me duelen los ojos que me han pintado para ver tanto sufrimiento. El infierno hecho pintura.
Pero sé que esta multitud vendrá conmigo dentro de este lienzo hasta lograr que las cadenas se rompan. Y entonces… otra multitud, un día, dirá al mirarme: “La Libertad Guiando al Pueblo”.
2 respuestas
Hermoso Normita, un texto impecable. otra multitud, un día, dirá al mirarme: “La Libertad Guiando al Pueblo”.Abrazos amiga
Gracias Graciela por tu visita y tus palabras. Son días los actuales en que debemos tener bien presente esta obra pictórica. Un abrazo querida amiga.