Ella se paseaba sin hablarme, no me tenía en cuenta.
Siempre pensando, soñando, leyendo, leyendo la vida con los ojos llorosos, y un jazmín estrujado en su falda.
De sonrisa cerrada y de mirada extensa, como si viniera de vuelta de todas las estaciones.
Se la veía cansada como si algún sueño le desorbitara la espera, una espera que nunca pude entender.
Y un buen día, me le acerqué tanto que pude oír todo lo que no decía, lo que no contaba, lo que no gritaba.
Llegué hasta el vientre de su madre y lo supe todo.
Y entonces… la maté.
Me seguí hundiendo hasta amigarme con las olas, sólo para renacer.
2 respuestas
Magnífico micro relato Norma! por un momento creí verme reflejada en la sonrisa cerrada y la larga mirada,pero era alguien se tiene varios puntos en común, tu misma. Felicitaciones amiga.
Gracias Graciela, muchas gracias, por tus palabras y tu interpretación tan acertada. Besos.