Editorial: Acantilado.
De Natalia Ginzburg
Es ésta una historia conmovedora que se sitúa en el otro siglo. No da datos del momento pero por la ropa de los personajes que describe la narradora y por el trato que se le da a la mujer en cuanto a su falta de libertad y al abuso de confianza que impera en la pareja, se intuye un comportamiento casi enfermizo de ambos.
La protagonista que es quien cuenta la historia, huyendo de una vida aburrida y solitaria se casa con Alberto, aún sabiendo que él está enamorado de otra. Por momentos ella también duda si lo quiere o no, le es difícil aceptar que lo que los une es amor debido a esas circunstancias que la llevan a la boda.
Comienza su relato por el final, al que vuelve al terminarlo.
Muestra el sometimiento de la mujer no sólo a su marido, sino a sus padres, y a él mismo que tiene actitudes erráticas, por momentos la trata como si la quisiera, como si ella le importara. En cambio la mayor parte del tiempo la descalifica con su actitud infiel y despectiva.
La narradora lleva al lector hasta el egoísmo de su marido que llega a decirle en un momento de diálogo en que están los dos solos y en su casa, que a él le parece que no quiere a nadie. Ella le pregunta si tampoco a su amante y él en forma desvergonzada responde que tampoco.
Ella todo el tiempo está viéndose como una mujer poco atractiva, desaliñada, ignorada y con un rechazo o miedo al sexo, que la desalienta. Extraña su trabajo de maestra al que renuncia cuando se casa, por otra parte muy propio en las generaciones de esa época. Con con un cierto grado de ingenuidad piensa que lo que le pasa a ella le debe pasar a todas las mujeres.
Es posible que esta narradora protagonista que no tiene un nombre, lo que la hace un personaje deshabitado y despersonalizado, sea otra variante para mostrar la poca significación que ha tenido la mujer en un mundo masculino en el que ninguna importancia tiene lo que piense, lo que sienta o lo que sueñe.
Para Natalia Ginzburg, sin embargo, no todos los personajes masculinos son como éste, hay que ver el personaje secundario de Augusto o los que actúan en otras historias de la misma autora.
El sentimiento de frustración se va apoderando de ella mientras aprende en el camino de la vida mediante la decepción constante, y continúa con un sentimiento de impotencia, que la va llevando a la ira con la que llega hasta el fin de la historia haciendo una implosión de emoción interna en sus sentimientos.
La novela está contada de una manera simple y concreta, expone pensamientos y hechos de forma que leyendo la historia desata muchos sentimientos, nostalgia, abandono psicológico y físico, crueldad en las actitudes de él y de ella misma que por momentos parece que se autocastigara aceptando todo comportamiento de su marido. A veces éste también confunde al lector y se llega a sentir piedad por Alberto que se plantea lo siguiente: “ Resulta difícil saber lo que hay de verdad dentro de nosotros. Estamos aquí sólo un segundo y ya nos vamos. Yo nunca he entendido nada de mí mismo.
El final sorprende aunque el lector pueda adivinar una de las partes del mismo.
Es una buena historia que me recuerda lo que afirma el ensayista Luis Franco cuando dice que lamentablemente en esos tiempos, la mujer salía de su casa, una casa con leyes patriarcales, luego pasaba a la tutoría del sacerdote o algún maestro de la Iglesia que la “domesticaba”, y terminaba huyendo hacia un marido con el que supuestamente encontraría su libertad. Cuando comprueba que no es así, ya es demasiado tarde.
Natalia Ginzburg fue una novelista, ensayista, dramaturga y política italiana (1916-1991)Publicó por primera vez en 1947 y ésta es su segunda novela.Todos los libros de esta escritora tienen un perfil de mujer que sufre de soledad, abandono y humillación. Esto la lleva a la desesperación de no saber cómo proceder, cómo defenderse y transcurriendo un tiempo de sometimiento que acaba por acorralarla ante la decisión del final.