Carlos Cordaro, artista plástico argentino, hace 16 años que está radicado en Buenos Aires, nacido en Concordia, provincia de Entre Ríos, en el año 1970.
Sus paisajes tienen una hondura especial, quizás sea la misma profundidad que le da el amor por el arte o su mirada campestre.
La primera vez que me detuve en su obra quedé asombrada, nacían de su paleta esos inmensos espacios con viejos edificios que yo conocí en mi niñez tan sólo de pasada por las rutas que llevaban a Balcarce, a Ayacucho, a Dolores, y a tantos lugares; pequeños pueblos y ciudades que se mostraban en una bocanada de atardeceres soleados, y que como en una fotografía aprecio en los colores de este pintor, que remueve recuerdos en el espejo de mi infancia
Acompañaba a mi padre en los viajes debido a su trabajo. Era una fiesta para mí ver volar a los gorriones por sobre los cables de luz, o detenernos ante el nido de algún hornero, apoyado sobre esas mismas tranqueras que observo en los cuadros de Cordaro, y que ya no sé si son las que yo vi entonces, o son las del pintor que como un duende del pincel, hace que retroceda en el tiempo y en el pensamiento hacia una época pasada
Grandes almacenes con paredes descascaradas, que todavía hoy, hablan de historias antiguas y expelen un extraño aroma a especias. Solían tener extensos espacios en los que se vendía de todo y además se atendía en las mesas a cuanto viajero que, como nosotros, hiciera un alto en la ruta.
El arte de Cordaro tiene un toque mágico que me traslada a inmensidades solitarias o por el contrario, a una vastedad poblada de vida vegetal y animal, y en la que se adivina, detrás del alambrado, la mano del hombre.
Mi atracción por la pintura de Carlos Cordaro reside en parte, en el hecho innegable de haber desarrollado casi todos mis sentidos en el mismo momento de haberla conocido.
Verán en el vídeo que acompaña este reconocimiento a su trabajo, una parte de su obra, la melodía de fondo es creación de su hijo.
Dejo a continuación una reseña de su vida contada por el propio artista.
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“El dibujo me gustó desde muy pequeño…” Nos cuenta como un grato recuerdo Carlos, su paso por la primaria en la Escuela Mariano Moreno. «Fue ahí la primera vez que me sentí pintor, a la edad de 11 años nos invitó la maestra de plástica a decorar los amplios muros de la escuela, me decidí por hacer al gaucho Martín Fierro con su caballo y guitarra, me gustó tanto que creo que ahí fue donde empezó todo. Siempre fui el típico alumno al que le encargaban hacer las láminas o el decorado para el acto escolar.
Mi padre (Juan Carlos) dibujante de profesión y conocedor del arte y los pintores, me hizo «picar el bichito», me acuerdo que tenía una muy completa colección de arte argentino en fascículos, los que me encantaba leer, y observar las reproducciones. Yo pasaba gran parte del día en su mesa de dibujo, las de antes, mirando cómo trabajaba. Dibujaba las publicidades para el diario local a plumín y pegaba las letras una por una, no existía entonces, la computadora.
El paisaje es mi tema recurrente. Es lo que más me gusta hacer, me sale como si estuviera jugando. Creo que el paisaje campestre, la naturaleza, y mi vocación por el arte, siempre estuvieron dentro de mí, aunque fue aproximadamente a los 20 años que se me dio por empezar a plasmar esas sensaciones en un bastidor
Mi primera exposición fue en Concordia, en la plaza 25 de Mayo, en una Feria de Semana Santa, con una concurrencia enorme de gente. La considero como mi comienzo profesional porque fue la primera vez que mostré mis trabajos en público, fue en un lugar muy precario y aún así, tuvieron muy buena aceptación a tal punto que vendí todos los trabajos.
En la actualidad, sigo disfrutando de esta profesión que me hace tan feliz.