Bellísima la novia, de rasgos finos y suave sonrisa, casi angelical. El vestido marca su talle estrecho; sus pechos medianos, turgentes, atraen la mirada masculina. La falda ampulosa y blanca, cae orgullosa sobre la alfombra y una extensa cola se pierde detrás de quiénes la acompañan.
Marcelo, mi hermano del medio, aunque es el mejor dotado de la familia pues tiene un porte de masculina elegancia, no denota en su rostro la firmeza de carácter que se necesita para estar junto a una mujer como Celina. Su mirada a pesar del gesto alegre delata falta de sinceridad. Yo que lo conozco bien, sé que está asustado, acorralado en el escenario de las luces, las galas y la apariencia.
Mmm… los amigos… con las copas en alto y brindando por el porvenir de la pareja. A Alicia, en esta foto, se le notan los párpados hinchados, uno puede suponer que es de felicidad por la amiga que acaba de casarse, pero todos sabemos que hay una verdad que la golpea en el pecho, al final se ha quedado con ella , lo que no quiere decir que esté enamorado, no hay que olvidar que Celina pertenece a una clase de familia acomodada, que colmaría las expectativas de un hombre ambicioso.
Estela, en cambio, tiene los ojos más grandes que nunca, como no pudiendo comprender que esta vez, no sea ella el centro de las miradas y que nadie se tropiece por estar en una foto a su lado, como sucede en la mayoría de las fiestas. Se desespera en poses diferentes que no terminan de rescatarla para el primer plano.
Y aquí está Carlitos, el superado. Subido en alguna parte desde atrás del conjunto, sobresale rompiendo el equilibrio artístico de la foto. Es evidente que ya olvidó sus enamoradas y delirantes escapadas con Estela. Sus celos, cuando la descubría con otro y su intento de suicidio, al no poder adueñarse de la situación.
¡Quién está aquí! Pedro. El que tenía la devoción de mis hermanas y el respeto de mi mamá. El que era siempre bien recibido en mi casa. El mejor amigo de Marcelo, el primero que intentó disuadirlo de su boda con Celina. El que más lo quería.
Estas dos tapas son poderosas, en cuanto se las abre se siente estar buceando en sus rincones . Un crepitar de miradas y de gestos sacuden el alma. Es sumergirse en el pasado a zancadas por el tiempo y el espacio, conociendo irremediablemente el porvenir.
Los quince de Celina…El vals…y mi primera vez apretando su talle, respirando la magia de ese momento, sintiéndome un hombre, si parece que voy a salirme del papel, rebosante de felicidad.
Papá… ya entonces estaba desmejorado. Creo que nunca superó lo de Sergio. ¡Qué extraño! Jamás se me había ocurrido antes, pensar que dentro de una palabra tan pequeña, pueden caber la luz, la oscuridad, la vida, la muerte.
Lo de Sergio, lo de mi hermano mayor. Por un minuto levanto la vista y voy hacia el recuerdo que me atormenta. Todavía escucho los gritos. Todo confusión y espanto. En el medio de la noche la casa tembló, mi hermano con el rostro ensangrentado, parecía un niño llamando a papá que lloraba con la cara aplastada contra la alfombra. Junto a él, también boca abajo, mamá permanecía muda, temblando hasta sacudir su cuerpo como arrasada por el frío, en ese enero candente del 78 en Buenos Aires.
Todos cambiamos a partir de aquel momento, cada uno a su manera se empinó el miedo y se tragó la vida, total… en cualquier momento la muerte enmascarada podría doblegar nuestra noche, o nuestro día, e invadirnos la sangre con el letal veneno de la persecución, transformando la locura colectiva en una aparente normalidad.
¿ Qué habría sucedido si el día de su casamiento con Marcelo yo hubiese gritado mi verdad? Tal vez, otra gente habitaría este álbum. Tal vez, yo sería el hombre más feliz de la tierra… o el más desdichado.
Nuestro secreto amor, lo hacía parecer más importante. Lo prohibido. Otra vez la palabra.
Aún mantengo el sabor de sus labios, sabor que nunca he vuelto a encontrar en ninguna otra mujer, tampoco en Alicia.
A veces me pregunto qué nos atrajo mutuamente, qué hizo que la amara hasta olvidarme de mi hermano. Qué locura me impulsó a guardar un secreto que no tenía sentido.
Cuando dos días antes de casarse con él me gritó, que no me quería, que se había confundido, creí que lo mejor era callar. ¡ Hasta llegué a pensar que me había dejado porque estaba embarazada de él !
En esta imagen a Alicia se la ve mejor, ya salíamos entonces. En realidad yo ya sabía que su gran amor había sido Marcelo, pero me empeciné en creer que eran caprichos de adolescente y me sumergí en el oleaje de sombras que traen las mentiras y los disimulos.
Siempre fue una mujercita melancólica y distante.
Ah no podía faltar, mi prima Estela… aún se la veía bien, tenía una buena figura y era mortalmente atractiva. ¡Quién iba a decir que sería portadora de todos los kilos y críos y maridos y amantes que hoy tiene! A veces pienso que los celos la llevaron a contarle a Alicia lo que ni yo mismo sabía aún. No sé si fue ella realmente quién desató la tragedia, o a lo mejor era el motivo que Alicia necesitaba para terminar con todo.
¿Por qué Celina se lo había contado a Estela? Precisamente a ella…Cualquiera de nosotros conocíamos su hipocresía, su falta de escrúpulos.
En fin… creo que tuve la certeza de que a pesar del tiempo, yo había seguido enamorado de Celina. Y fue en aquel maldito día en que la sorprendí en los brazos de Pedro..
Mi furia no tuvo límites. La oscuridad nubló mis sentimientos y mi cerebro, y se lo conté a Marcelo.
¿Qué me llevó a reaccionar así, sin medir las consecuencias? Es evidente que el despecho pudo más que el sentido común y maté a mi hermano descerrajando la verdad. ¿Era ésa, la verdad?
Un álbum de fotos puede ser peligroso, nunca se sabe si los recuerdos han de azotarte o acariciarte al dar vuelta la página.
Cada imagen es un testigo a gritos en ese mundo misterioso y callado, con el poder de dibujar una sonrisa, una lágrima de tristeza o el espanto de conocer el futuro.
Ya no hay presagios. Es un lugar donde todo ha sucedido y el soporte es como la balanza del tiempo, cuyo platillo se hunde en el destino, con los hechos transcurridos.
A pesar de todo, también contiene la magia de lo que no ha ocurrido, igual que en la vida misma.
Tengo la impresión que al detenerme en cada foto, huelo una substancia desconocida, con perfumes mezclados de amores, odios, rencores, decepciones y traiciones.
Diferentes aromas que ante lo irreversible, me dan la pauta de lo que ya no se puede desandar, de lo que no se puede cambiar.
Malenita… mirándola, se me da vuelta el corazón, me siento poderoso. Tiene la boca de Celina y mis ojos, y mi nariz, y mi mentón. Con su vestido de comunión no puede menos que recordarme a su madre vestida de novia.