El Punto de Vista
Se puede leer, releer y ver casi con suspicacia todo lo que un texto dice, aún lo que no esté escrito allí. Ese maldito punto de vista, o bendito, o como se lo quiera llamar, más de una vez nos separa, nos acerca, nos muestra al otro de la manera que es, o como creemos que es. El punto de vista del que hablo existe efectivamente, y a veces nos sorprende, nos da un palo en la cabeza, o nos acaricia, o nos apunta injustamente.
Sobre todo cuando se trata de textos escritos en los que el otro reacciona y escupe «su punto de vista», y en los que el autor a lo mejor, no tuvo segunda intención, pero el lector que lee otra cosa, o “ve” otro significado, nos deja con una respuesta, con una crítica, que devasta nuestra construcción, a lo mejor, generosa, sincera, afectuosa.
Son, como se dice, maneras diferentes de ver la realidad y que se convierten en una fiesta de letras y alegría cuando coincidimos autor-lector.
El punto de vista, a veces, nos deja impávidos en las líneas, pues el otro ve lo que quiere ver, y nos deja indefensos y sorprendidos con su cometario.
En la oralidad, la palabra hablada generalmente va acompañada de gestos que ayudan a la interpretación. Lo que de otra manera, no nos lo permite la forma escrita. Aunque ésta última posee una magia oculta que nos puede producir diferentes estados de ánimo e interpretaciones. Esta magia se oculta en el meta-mensaje, que no siempre está presente y que por lo general da lugar a una amplia fuente de malos entendidos.
El punto de vista tiene mucho que ver con estados emocionales, con ideologías, hasta con nuestro propio estilo comunicacional.
Como dije antes, si hay coincidencias es una fiesta para el espíritu de las letras, y si hay disidencias, lo importante está en la intención de lo expresado tanto del escritor como del lector.
Se trata de exponer aquí una muy resumida opinión, pero el tema es muy frondoso y se podrían escribir extensas carillas con abultadas fundamentaciones.