ama desde la llama
de la cocina humeante
Desde el territorio esquivo
del mejor detergente
y la ropa limpia para el otro
Una mujer está en casa
casi nadie puede verla»
Recuerdo que hace unos cuantos años quizá seis o más, como el azar es y será siempre mi aliado, leí un poema de Yurimia Boscán, y continué buscando material encontrándome con una poeta cuya fortaleza femenina transmitía sensaciones y sentimientos con los que me identificaba. Me encontré con versos casi ralos, muy poco poblados de palabras pero que decían todo lo que desde mí misma, más de una vez, había salpicado en mi propia prosa.
Me quedé admirada de su maestría en su capacidad de hacer fluir poesía desde las cosas más sencillas como el trabajo de un ama de casa (uno de sus libros se titula así) tarea en el hogar que pasa desapercibida y al que ella destaca sacudiendo al lector para liberarlo de su ceguera, desde allí hasta lo más encumbrado, como puede ser su queja existencial haciéndose eco del padecer de los pueblos pobres.
Precisamente su dulce voz también canta un tema “Pueblos Tristes”, del compositor venezolano Otilio Galíndez que espero pronto hacérselos escuchar pues no he podido subirlo aquí porque no está en Youtube.
Y es así que un buen día Yurimia tropieza con algún escrito mío y nace a partir de entonces esta amistad primero basada en la sorpresa de almas con un lenguaje parecido y luego en el afecto, en el coincidir en la Literatura, en el Arte y en el retraernos para florecer en las letras.
Voy a poner aquí su biografía, la que acabo de conocer a fondo por investigar su trabajo: ya que si hay todavía algo por destacar es su silencio respecto a títulos y demás comportamientos importantes, Yurimia Boscán es una mujer que se ajusta cuando habla, a su amor a la escritura, no he visto jamás que haga alarde de ninguna naturaleza. Tal vez porque realmente no lo necesita, su carta de presentación es su propio trabajo.
Creo que van a ver su vídeo más de una vez, para poder asimilar sus poemas y alguna prosa poética, y luego, para escuchar la letra de la canción de fondo que se integra maravillosamente con sus versos.
Espero que los cautive esta sentida “Ofrenda” que nos hace desde el vídeo.
BIOGRAFÍA:
Yurimia Boscán (Caracas 1963) Licenciada en Letras. Cursó postgrados en Literatura Latinoamericana y Tecnología Educativa. Profesora universitaria de Literatura, correctora de prueba y guionista creativa. Ha publicado dos libros de poesía, Poemas, (1983) y Neón, (2000). Por publicar se encuentran el libro de cuentos Otros modos de decir, el poemario Ama de Casa (que se encuentra a la espera en El Perro y la Rana) Amante y su libro ganador, Los últimos días de la casa, con el que se alzó con el Premio Municipal de Literatura Cecilio Acosta, mención poesía. Ha incursionado también en la narrativa para niños y el ensayo, producciones éstas que han sido publicadas en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales, además de revistas literarias y de investigación. Ganadora de la mención honorífica del concurso nacional de poesía auspiciado por la Unefa y la Casa de las Letras Andrés Bello 2011. Recibió la orden María Teresa Castillo, mención Literatura.
La escritora nos habla un poco sobre “El compromiso de escribir” y me parece más que interesante su punto de vista.
No hay poesía sin compromiso. Hasta para negar cualquier “ismo” hay que militar en la descreencia. El compromiso mayor es con uno mismo; el ser humano (desde sí mismo en la intensidad de su decir) siempre será punto de referencia, pues no hay poesía sin esencia ni esencia sin cuestionamiento.
La poesía es medio y fin, aunque debo aclarar que yo no escogí ser poeta. Es al revés, eso lo escoge a uno, y nos diferencia del resto desde muy temprano. Uno se empeña en encajar. Primero no sabemos distinguir qué pasa, el porqué entendemos las cosas de manera diferente al resto; entonces tememos e intentamos (sin éxito) tapiar lo que somos para que nadie se dé cuenta de que “vemos” y sentimos más dramáticamente. Creo que los poetas (no sé si para los narradores sea igual) terminamos siendo “víctimas” de una condición que implica una manera de ser y percibir, la cual viene dada por una particular sensibilidad que suele desnudarnos frente al otro. Aun, a mis 53 años, trato de averiguar si eso es bueno.
Mi lenguaje poético ha envejecido conmigo. Con los años, ha dejado de dar saltos dentro de frase poética, es más pausado, camina con mayor precaución, espera su turno, no se lanza al ruedo a la primera oportunidad. Lo cuido más, quizás porque los versos se distancian de la prisa, se toman su tiempo para significar, y la escritura se hace oficio. El ritmo de vida de hoy, es enemigo de mi poesía, pues el lenguaje se acorta o se extiende de acuerdo con su propio ritmo. A veces se deja llevar por la técnica y hace gala de la gramática perfecta, de la investigación y la cita precisa. Paradójicamente, cuando eso pasa y crece en formalismos, lo siento lejano y esquivo. Tal vez por ello, siempre está atento para que no me pierda en los vericuetos de la forma; sabe reclamar su espacio propio, y cuando se anuncia, celebro su llegada y asisto al milagro que significa el parto inmenso de la metáfora. Soy su médium, su instrumento de trabajo…la poesía, el fin. Trato de estar viva para ello, y aunque las ganas revientan en cualquier lugar, confieso que la noche siempre es cómplice. Yo escribo en las madrugadas…
Yurimia Boscán.