La Ira
Se asoma por un puente tendido entre colores extremos. Lo recorre desde el blanco fantasmal hasta un rojo carmesí que expele los mensajes atroces del infierno. Resalta cada músculo facial como si fuera la obra de un gran artista. Suele estirar las comisuras hasta que aparezca una sonrisa, y luego se distiende en la furia. Ensordece y pierde la vista, de los sentidos sólo le quedan las garras del tacto y el olor a rabia en medio de ese laberinto sanguíneo. Los pensamientos se alistan como un ejército de acciones y se viene. Se viene en hechos o en discursos. No importa, ambos violentarán el aire respirable hasta viciarlo con algún tajo irreparable desde un golpe o una palabra.