Las hojas amontonadas en los rincones y pegadas a la puerta. El vidrio frío y empañado. La ropa tendida hamacándose en la soga. Mucho ruido en los postigos. Poca luz. Baldosas del patio mojadas. Charquitos. El Boby pasa la lengua llevando el agua hasta su boca. Yo hago la prueba con la canilla a veces, pero no puedo tomar agua así.
Sobre la cama, el vestido rojo de mamá, un montón de collares con piedritas brillantes, dos blusas, una pollera, un tapado negro muy, muy largo, la pulsera plateada con luces que tanto me gusta, otra pulsera sin luz, una cajita de cartón, chiquita, con globos dibujados, que mamá no quiere que toque, dos carteras, a mí me gusta la roja.
Me pongo unos cuadrados grandes que me sirven de vestidos. Mamá sale del baño, la toalla sobre la cabeza, en corpiño y bombacha, descalza. A mí me reta si no tengo zapatos puestos. El vestido le queda hermoso, parece una reina. Se pone la pollera. Ahora otra vez el vestido. Es el más lindo. Mira la cajita y me mira a mí.- “Yo no la toqué”. Le digo.
Se enoja. Me saca los tacones altos. Los rojos. A mí me gustan los rojos. Se pone los negros.
El timbre. La abuela.- “¿Cómo yo no voy?”. Se amigaron con papá. Saldrán solos. Después de tanto tiempo…
Pelusa que salta de la silla corriendo y maullando con el ruido del secador del pelo. El toallón en el piso tampoco le sirve a Pelusa, está mojado.
El paraguas de abuela junto a la puerta. Me lee un cuento y yo escucho cómo la princesa enamora al príncipe pero no lo quiere. Desea ser reina, por eso baila con él.
Mi mamá es una reina.
El vestido rojo, los zapatos altísimos negros, el tapado sin prender, el pañuelo que me quitó sobre el cuello, y el collar y la pulsera brillantes que tanto me gustan; le quedan como a la reina del cuento de abuela.
Pollo frío para cenar, jugo de naranja, algunas tostadas y ensalada. No hay fruta. El postre lo traerá papá, seguro, hace mucho que no me ve. Y cuando eso pasa él me trae cosas ricas. Yo lo perdono. Mamá también.
Dos individuales con flores, los vasos azules nuevos y los platos para las visitas.-“Comeremos como en la cocina del palacio”. Dice abuela. Me da un beso. Me aprieta contra su falda.
Mamá da vueltas. Mira la hora.- “¿Se van a casar otra vez?” –“¿Qué decís, nena?”
Los platos vacíos sobre la mesa. Postre de crema con frutillas. Abuela lo saca de la heladera. –“Tu papá lo trajo hoy cuando estabas en la escuela.” Dice mamá.
-“Pero…” suena el timbre. Mamá casi corre hasta la puerta. Atrás voy yo.
-“Hola hermosa, perdoname la demora, es que tuve mucho trabajo en la oficina hoy.”
Con camisa rosa, es mi color preferido, un pantalón gris y un saco igual, una corbata gris oscuro. La nariz ancha y ojos grandes claros, me mira sonriendo.
-“Ésta es mi hijita.” Dice mamá.
La puerta se cierra. Ya no llueve. No tengo ganas de comer postre. Pelusa duerme sobre la alfombra. El televisor. El canal de dibujitos. La sorpresa del ratoncito ante la bocaza del gato. El ruido de los platos. Abuela lavándolos. El control. Cambio de canal. Cenicienta bailando. No me importa.
La cartera roja, tampoco me importa. La pulsera sin luz, el collar sin brillo, la pollera demasiado larga, me lo pongo todo junto. Es lo que ha quedado sobre la cama.