A veces una se pelea con las palabras igual que con la vida. O con los otros, esos que están al lado, en frente, detrás, esos que dicen que te quieren, o que te odian, o que hacen nada por aliviarte o mucho por abrazarte, da igual.
Y entonces comienzas a encontrar las palabras que se ponen por el camino a medida que recorres tus locos pensamientos y el pérfido teclado, que como un demonio de los que no crees que existan, te tienta y va uniendo las letras, y las junta, las huele, las jura, las perjura, las juzga, las detesta y las ama, como vos.
Sólo que vos desesperada vas apretando los labios, fuerte, muy fuerte y te haces invencible con la decisión tomada de aceptarlas, y usarlas.
Que si son sustantivos, que si son verbos; que si son adjetivos y por eso es menos válido el contenido. ¿Quién tiene colmada su suficiencia para tal acusación? Y frunces el entrecejo y los vas acomodando, cada uno en su lugar, adjetivos afilados, puntiagudos, perseverantes, y vas esculpiendo el destrozo de alguien o forjando estragos en furtivas reparaciones, haciendo un arte de la palabra que califica.
Lo desvistes, lo pones de cara al mundo, y le quitas los antifaces: ingrato, mentiroso, canalla, bruto, terco, capaz de quemarte en la misma hoguera más de una vez, o, a lo mejor no, a lo mejor eres digno, suave, capaz, valiente, leal, casi disparatadamente genial.
Otro que ahí va, disparatadamente, es despreciado y considerado inútil por ser adverbio, pero están, existen, dan los lugares exactos del disfrute o del padecimiento. Dan las fechas en has que has sido vos misma o las que has escapado del devenir del destino, el adverbio que asegura que habitas permanentemente en el recuerdo, en alguna parte de otro ser. Ayer, hoy, ahora, aparecen frecuentemente y se suelen alargar como un látigo que golpea justo allí, en los jamases, en los nuncas y en los siempres, que viven agazapados en el vocabulario de un dolor de garganta.
En fin… que como ha dicho alguna vez un amigo desleal en la presencia ausente: ¡ lo que se puede escribir con un cabreo!