Eduardo Malara, artista plástico nacido en Buenos Aires, al que acabo de descubrir hurgando por Internet. No diré mucho más de su vida porque ya lo cuenta él en el vídeo que he recibido por su gentileza.
Aunque sí , quiero decir, que sentí admiración por su obra desde la primera pintura suya que descubrí. Me atrajo su color, la exposición de nuestros paisajes, que habrá quien diga con algo de razón, que podrían ser tomados de otras partes del mundo, sí, pero un argentino reconocerá en él, a un compatriota ante cualquiera de los panoramas que nos muestra. Reconocerlo es, reconocerse.
Sus texturas tientan al tacto, tientan a comprobar que está pintado, que ese campo inmenso, con esos árboles gigantes y añosos están en una tela, y que no podemos caminar sobre ellos, como no sea con la imaginación que nos despierta su espátula bien llevada, bien cargada, bien enseñada, obediente a su imaginación, a su saber incuestionable.
He tardado mucho más en elegir un paisaje que lo represente en la imagen principal, de lo que he tardado en armar este homenaje, o de lo que he tardado en escribir la presente reseña de su trabajo. Todos son tan nuestros, tan coloridos y extensos…
Para qué hablar de otros temas, como lo son sus flores, las vaquitas en las grandes anchuras de nuestras superficies por diferentes provincias, de sus gallos multicolores y no quiero repetirme sobre la variedad de árboles.
Y aquí voy llegando, precisamente, para hablar un poco de sus eucaliptos, cuando los vi quedé maravillada, no sólo por estar tan bien elaborados sino que además es un árbol muy relacionado con mi infancia. Cuando vinimos de Buenos Aires a Miramar, mi padre y yo, en la primer casa que habitamos había detrás, en los fondos, un gran terreno lleno de estos árboles que para mi imaginación temprana llena de cuentos y relatos con magia, eran los gigantes que habitaban allí para defenderme de los ruidos extraños que escuchaba por las noches, en mi fantasía infantil.
Así me encontré con Eduardo Malara, observando extasiada a sus eucaliptos, “ …los árboles que escribirían la pampa despoblada…” como diría Sarmiento cuando trajo sus semillas desde Australia.
En cuanto a la anécdota que él relata con el primer galerista que visitó, me recuerda a la que cuenta el artista Carlos Alonso, de cuando en la escuela primaria a la que concurría, su maestra de entonces no le permitió participar con sus trabajos en un concurso, diciéndole que no sabía dibujar.
Vean con atención este vídeo de Eduardo Malara en pantalla completa y escuchen a medida que se sorprendan con su obra, escuchen su relato, pues los hechos tristes ocurridos en su vida que lo llevaron a la pintura, son ya de por sí, otra parte increíble de su historia.