Papá no estaba en casa. Era mejor estar sin estar. No molestar.
Desde la silla de paja, alta, muy alta, miraba cómo jugaban en la calle los chicos más grandes.
A mi derecha, en el patio, el canario cantaba mientras la gata lo miraba con suma atención. Mi madrastra renegaba con el ave, porque tenía que limpiar su jaula y recuerdo cómo protestaba! Estaba enojada, ella siempre estaba enojada. Amenazaba con dejarme en la silla todo el día.
Apagó la radio y se encaminó a la cocina, desde donde yo observaba. Podía sentir que la silla me quedaba un poco chica, pero me ponía allí durante no sé cuánto tiempo, “para que no anduviera colgada de su pollera”, decía.
Puso a calentar una olla de agua como siempre, para lavarse la cabeza, o ¿sería para bañarme?
Ahora me doy cuenta de que los celos de mi madrastra eran tan evidentes, que papá antes de irse le hacía recomendaciones sobre mí, que yo escuchaba desde la cama, cuando me creían dormida.
Cuando la vi venir con la olla de agua hirviendo, creí que no me salvaría del baño pero no, pasó para el lavadero donde habitualmente me bañaba, volvió, la colocó en el suelo y dijo: “ya vengo”, y se alejó. La había dejado a un costado, casi debajo de mis pies.
Salía humo.
Tantas horas sentada, sin jugar, debí haber estado muy aburrida. Tan aburrida que comencé a balancear mis piernas, una y otra vez. Una y otra vez. Jugaba con los dibujos que arrojaba hacia arriba, el agua hirviendo.
La silla comenzó a balancearse. Tanto me gustaba ese vaivén, que cada vez era más inclinado.
De pronto, nunca supe cómo me encontré dentro de la olla. Grité y grité tanto que ella apareció. No sé que me decía, pero sí recuerdo que mis gritos se confundían con los suyos.
Yo lloraba mucho, llamando a papá. ¿Qué era ese dolor terrible que tenía en mi cola y en mis piernas? Continuaba llamando a mi papá. Mi madrastra más se enojaba y me seguía zamarreando.
El griterío atrajo a aquel vecino que vivía al lado.- ¡Sáquele la ropa, por favor! ¡Pronto mujer, no ve que se está quemando! La ropa de lana lo empeora todo, debería darse cuenta.
Nota en el periódico local:
«Una niña de tres años de edad ha sido internada en el día de hoy, en el sanatorio “Dr. Fate”, con gravísimas quemaduras que pusieron en peligro su vida, al caer por accidente en una tinaja de agua hirviendo.
La policía interviene en el caso, sólo para corroborar que la niña estaba al cuidado de la pareja de su padre, quien no se encontraba en el domicilio, estando por razones de trabajo en una ciudad vecina.
Según los médicos la niña tardará aún meses en volver a caminar y poder retornar a sus juegos habituales.»