Convertirme en mariposa, para quedarme prendida de su sonrisa, afable y tierna. Quedarme protegida entre sus labios del soplar de otros alientos, de la irreverente mirada de los otros, que no me ven como él.
Quedarme en el borde y mirar hacia adentro de su boca, y descubrir los secretos más guardados, los sublimes y los otros, los que no se dicen, no se cuentan.
Aletear sobre sus poros extendidos y abiertos a mis motas de colores.
Revolotear entre sus dientes y posarme en esa lengua que dirá palabras apasionadas, palabras de hombre intrigado ante mi vuelo de arrogancia.
Vestirme de dorados muy brillantes para provocar al sol y aliándome con él, despojarlo del brillo en la mirada para que sólo me sienta, y no me mire. Para que sólo me escuche y no me mire. Para que me abrace y no me mire.
Desde la flor hasta su boca. Desde sus comisuras sonrientes ante mis giros de luz y de orgullosas alas, apabullarlo de brillo y de perfume para lograr ese gesto incomparable, que tiene sólo para mí.
Rondarlo irrespetuosa hasta conseguir su sonrisa cada vez que yo le llegue, revoloteando con el mismo encantamiento, con el mismo descaro de mujer enamorada en otra vida, en una vida anterior que me dejó prendada, aún en ésta.
Pero entonces llegará la realidad, y aunque consiga adentrarme en sus secretos, aunque consiga nuevamente su sonrisa, él seguirá siendo un hombre, y yo, a pesar de la seda y los colores, y el perfume, seguiré siendo una oruga.
2 respuestas
Norma me ha resultado sublime, me encanta tu forma de decir.»Revolotear entre sus dientes y posarme en esa lengua que dirá palabras apasionadas, palabras de hombre intrigado ante mi vuelo de arrogancia.» Precioso!!
Hola Graciela, ¡muchísimas gracias por este hermoso comentario! Ha sido ésta una de las historias editadas en el libro «Palabras de amor» ya ni recuerdo el año. Un abrazo y gracias por tu estímulo constante.