Carestías
Nos esquilma la noche de amores, de los buenos y de los otros, que por eso no lo son menos.
Amores, amores sueltos. Indiscretos.
Sin regreso. Sin una orilla.
Sólo el mar se va, y vuelve… siempre. Siempre.
Nos esquilma la noche de soledad en compañía, a cuenta de cada sol que luego viene y trae algo de luz.
Nos esquilma la noche . Nos vacía los bolsillos del sosiego y de los sueños y luego se va contando las horas, se lleva toda una fortuna entre segundos y minutos.
Más tarde pagaremos la usencia de oscuridad, con trabajo, obligaciones, y amores desencontrados.
Que ya no es el momento, que ya no quedan hojas donde escribir, que han desaparecido todas las canciones y sólo resta un tiempo de espera, en el que asoma la amenaza de la última de las puertas.
Nos esquilma la noche de voces y sentidos y de amores que pasan, ya no deja ni recuerdos; se lo lleva todo y se lo queda, para siempre.
Nos esquilma la noche de la bonanza del abrazo, de la opulencia de los besos.
Nos esquilma la noche del abrigo, sacudiendo las hilachas, las sobras, las migajas de cordura, y nos deja con la piel a la intemperie.
A veces, nos deja sin la sonoridad de la risa, como a una caracola sin ruidos de mar.
Nos esquilma la noche, en un leve calendario de huesos tiesos, despavoridos, de la ternura de un té, un café, con suerte al abrigo de un libro, de la compañía del otro.
Nos esquilma la noche de alegrías, y nos deja pernoctar en la escasez.